Se trata, supongo, de paladear el espacio, de asaltarlo con la mirada, de jugar, durante once largos segundos, a ser emperador. Después, de regreso a la tierra, es preciso relatar la experiencia con el misticismo del héroe, con la gallardía de un pionero, con la magnífica extravagancia que tienen los provocadores. Él, que ha flotado en el aire infinito, predice ahora un horizonte billonario, una guerra billonaria por la conquista espacial, el nacimiento de una clase conquistadora de mujeres y hombres celestiales, de seres llamados a colonizar ociosamente el abismo. Los demás, ateridos por esa prosa terrenal tan propia del mundo, contemplaremos la estela del cohete anhelando —quizá con profunda emoción— el rugido de un relámpago.
Add Comment