El síndrome de Stendhal.
La belleza convertida en fiebre.
Accesos rotundos de maestría que obvian la intemperie.
Que cincelan los siglos del Palacio
Que se agolpan en telares y mapas de mármol.
Me rindo y lloro.
Me arrodillo y lloro.
Escribo un poema dantesco y lloro.
Te pregunto si es absurdo, y sonríes.
Te pregunto si debo, y me consuelas.
Te pregunto cuándo, y tú empaquetas la lluvia en esta taza caliente.
En este sillón mullido.
En esta plaza abrigada donde Menelao y todos los caídos recitan una historia de amor.
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