Ayer decidí correr alrededor de la frontera.
Las concertina se mezclaban con el brezo.
Los buitres debatían en mesas de carne.
Alguien parecido a mí me seguía de cerca.
A este lado de la frontera solo hay residuos.
Todos salieron de mi piel.
Todos malviven en una sombra densa.
A este lado, las hogueras arden y ríen estratégicamente.
Ayer corrí buscando la puerta de salida.
Corrí mientras alguien, al otro lado, agitaba las manos.
Dejé incluso mi desidia a los pies de un banco muerto.
Y aún así la tierra se inclinó haciéndome caer.
A tan solo unos metros, la pradera humedece tus pies.
Tus lágrimas se mezclan con la lluvia.
Sonríes recordando los años del agua.
Y yo, hundido en el fango, solo puedo entregarte en la distancia un reloj desvalijado.
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