He roto la sal para verte en Tierra Roja.
He bailado fríamente en el infierno, pensando que podríamos escalar la cara norte del Coliseo.
Pero todo me conduce al abismo.
Al abismo incompleto en el que ríen los muertos.
A la abismo turgente del que soy expulsado a diario por Dios.
Me pides una respuesta, ¡maldita sea!, y obvias que ya no puedo hablar de mí, que ya no quiero hablar de mí, que no soy ni seré jamás El Inquilino Dócil del Mundo.
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