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BELLAS PALABRAS FRENTE A LA INJUSTICIA

Sentencia, de José Francisco Rodil

BELLAS PALABRAS FRENTE A LA INJUSTICIA

He visto en demasiadas ocasiones a sujetos que fracasan defendiendo su inocencia. El suyo es un relato frío, casi aséptico, en el que priman los tecnicismos y no los hechos, nunca la emoción de quien se sabe injustamente acusado.

Ellos, los que esgrimen con pulcritud su derecho a la presunción de inocencia como si este pudiera blanquear las mentiras, corren el riesgo de confesarse culpables.

Sin embargo, en la exposición atropellada, en la contradicción, en la farfulla de quienes mezclan hechos, conjeturas y valoraciones refutables; en quienes recurren a la pasión y al miedo para resumir lo inexplicable, hallaremos la verdad.

Podremos, entonces, examinar la idoneidad del proceso, sus fines espurios y la existencia de voluntades que defienden lo arbitrario.

No siempre explicaremos la infamia sin incurrir en la vulgaridad, ni podremos desmontarla aseverando, casi con modales poéticos, que sus hacedores también merecen el perdón.

Sentencia

En su novela Sentencia (Velasco Ediciones, 2022), José Francisco Rodil narra la historia del médico y político burgalés Rafael de Vega Barrera, que fue sometido a una farsa judicial por su militancia republicana, en los albores de la guerra civil.

Nunca es tarea fácil recuperar la memoria de un personaje real y dotarlo de una voz que se ajuste adecuadamente al tempo de la Historia, ni reconstruir la cronología de una mascarada sin renunciar a la dulzura y la observación lírica de los acontecimientos. Y es una ardua tarea reevaluar la tragedia colectiva con la pausa que solo acreditan los grandes narradores.

Las grandes historias

Pero al igual que Stefan Zweig relató la resurrección de Dostoyevski en un frío paredón de San Petersburgo, y la muerte desconsolada y húmeda de León Tolstoi tras renunciar a su existencia en una estación de tren, Rodil nos enseña que las grandes historias, aun estando preñadas de dolor, solo pueden reconstruirse con la mirada de quien ansía detenerse en los recodos del espíritu.

Y, en especial, el de aquellos que un día se irguieron frente a la injusticia con sobriedad y un puñado de bellísimas palabras.

Desde aquí, mi más sincera enhorabuena.

 

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