Cuando sea viejo, querré ser joven. Peor aún, pensaré que soy joven. Pensaré que poseo un cuerpo incorruptible y a prueba de bombas. Pensaré que podré hacer el amor durante una noche entera, ajeno al desaliento, ajeno al silencio de quienes buscan descanso, de quienes viven plácidamente de la memoria.
Cuando sea viejo, no querré echar la vista atrás, sino correr. Correr mucho y rápido. Correr como un hombre joven. Porque los hombres jóvenes corren, sudan, resoplan, aprietan los dientes, sonríen al dolor e inflaman su conciencia con eslóganes. Eslóganes bellos y vacíos. Eslóganes que sirven para salir de un aprieto. Y con ellos querré proyectar mi vida futura, y convertirla en trampolín de una vida posterior, igual de lisa, igual de explosiva, igual de incólume. Un vida que elimine de mí el terror de dormir eternamente, sin tener nada o nadie en que pensar.
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