Mi email: contacto@joseluis-diaz.com
DOS ADIOSES

Imaginemos que padre e hijo se reencuentran en un vasto salón, rodeados de tapices y cuadros regios; y que el reencuentro es preludio de un adiós; y que el adiós del padre no guarda semejanzas con el adiós de Edipo, ni con los pasos de tiniebla y carne que él dio en mitad de la noche.

 

Imaginemos que el padre yace en una bellísima caja de enfermos; y que en su cuerpo brillan todas las insignias del reino; y que su rostro, libre ya de atroces sonroseos, aguarda junto al hijo la llegada del mundo.

 

Imaginemos que el hijo no siente dolor sino vergüenza; y que la voz procerosa del mundo le impide llorar; y que este mismo, presto por ley al frugal homenaje, contempla la caja de enfermos con tibieza y pudor.

 

Imaginemos que la procesión se ejecuta en silencio; y que todas las manos patrias se esconden al pasar por delante de la caja; y que el hijo, en lugar de recibir consuelo, dedica a los presentes un sonoro y doloroso perdón.

 

Imaginemos que el hijo, lejos ya de las sombras del mundo, ordena a gritos cerrar las puertas del salón; y que, ya en soledad, camina hasta el cuerpo del padre para omitir con lujo de detalles todas las lágrimas que este codició en sus tiempos de blindaje; y que, tras sellar la caja de enfermos y ordenar su inmediato traslado al Archivo del País, abandona sin ropajes ni luto el regio salón, emulando, él sí, al mismísimo Edipo.

Add Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *