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ES EL TIEMPO

Los escritores debemos jugar con el tiempo. Es uno de los recursos más complejos. El tiempo puede ser histórico, real y narrativo, y debe ajustarse con exactitud a los parámetros de la historia. El tiempo permite, como es obvio, avanzar y retroceder, incluso congelar el devenir de que el lector analice sus gestos, estudie la mirada, juzgue aquellas palabras que aligeran un párrafo. Si la nuestra es una labor arquitectónica, casi artesanal, el primer enigma por resolver es su estructura. El tiempo, podríamos decir, es todo.

Pero también es acertado referirnos a él como algo inmaterial. El tiempo es relativo y elástico. El tiempo es circular. El tiempo es una sustancia efervescente del que nada queda salvo la memoria. El pasado no existe, el presente no existe y el futuro es un acto de la imaginación. El tiempo, pues, muere en su constante evolución, y solo nos permite mirar hacia delante. En las márgenes del camino, nada sobrevive sino la ilusión de lo que pudo ser y la expectativa de lo que será mañana.

Si, como escritor, estoy obligado a conocer los resortes del tiempo y a utilizarlos correctamente, como sujeto, soy una víctima. ¡Todos los somos! En la guerra,. el tiempo acumula destrucción, cascotes en las calles, muerte en quienes que yacen sin vida en la tierra o sobreviven en los claroscuros de un sótano. El tiempo hace previsible la tragedia: caen las bombas con un mismo compás; se caen los nombres del registro público con prosodia; cae frente al espectador el horror y la vulnerabilidad.

El tiempo corre y nos hace correr, hasta el punto de que el ser amado que murió resurge cada noche con más dificultad, como si sus facciones fuesen demasiado blancas. Es su rostro superpuesto con el de otros muchos, algunos importantes y otros transitorios. Es su estela un recuerdo vago, al que el tiempo cubre con tierra fresca y ruidos que imponen la felicidad

El tiempo, que es insondable, me hace reír. Es entonces cuando me pregunto si existirá otra dimensión, con otro tiempo, en la que ella o él me observen como yo les observo, quizá con más claridad, quizá con la habilidad del novelista que puede eternizar un mísero segundo dentro de la frase perfecta.

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