Mi email: contacto@joseluis-diaz.com
LA ABOGADA LEA TSEMEL

Los abogados nos enfrentamos diariamente a situaciones injustas. No me refiero a injusticias técnicas o procesales, sino a verdaderas injusticias. Injusticias que nos hacen dar un golpe en la mesa y gritar basta. Injusticias que nos hacen hervir la sangre porque no las entendemos, porque no las admitimos, porque rompen sin el más mínimo sonrojo nuestros principios más íntimos. Y cuando ello sucede, cuando la ruptura entre realidad y justicia se procede en una sala de vistas y el abogado, que en ocasiones también es observador y militante,  solo puede ampararse en la retórica, en las reglas del lenguaje jurídico o en el tempo del proceso y sus diferentes estadios, pueden ocurrir dos cosas: que ese mismo abogado se pliegue al sentido ortodoxo de su actuación y acepte la injusticia como un fenómeno natural, o que apriete los dientes y exponga, quizá de manera fútil, la anatomía del complot.

 

Puedo asegurar que no es fácil, y mucho menos cómodo, conocer una verdad material y no poder probarla. O lo que es peor: conocer esa verdad material, que es siempre el origen de una situación injusta, y sentir el hieratismo del juez, su frialdad verbal llamando al orden, o la manera con que impone ese mismo orden frente a los discursos o las declaraciones apasionadas. Y lo cierto es que, en demasiadas ocasiones, la verdad solo puede ser defendida de forma desesperada, casi como un ruego, aunque ello suponga infringir ese marco absoluto en el que la evidencia, aun siendo radical y salvaje, no es un medio de prueba, y mucho menos algo que merezca un mínimo de atención.

 

La famosa (y veterana) abogada israelí Lea Tsemel ha sufrido en sus propias carnes la sordera de los tribunales, y también el ruido popular que esta genera. La suya es una lucha política que se remonta a principios de los años 70 y que se extiende, casi de manera infatigable, hasta el día de hoy. Ella, abogada judía y defensora de la causa palestina en el mismo corazón Israel, afronta su labor como un último bastión, como un refugio en el que proteger la injusticia de una injusticia mayor. Y lo hace arrastrando un cansancio que se percibe en su piel, en su modo gastado de andar y en las réplicas desordenadas con que combate los insultos de la prensa. Para Lea, no cabe analizar el crimen sin antes conocer la historia, y mucho menos juzgar al criminal obviando su historial de cicatrices. Se trata de impregnar el tribunal con el aliento de quienes murieron antes. Se trata de buscar la justicia a toda costa.

 

La carrera de Lea Tsemel está plagada de fracasos, de condenas de injustas, de reprobaciones que han ido siempre más allá de lo jurídico. Ella misma reconoce que los noes, siempre mayestáticos, son cada vez más extenuantes, y que no es fácil doblegar la fatiga del que no encuentra respuesta más allá de la pasión, y muchos menos resultados que permitan alimentarla. Pero cabalga, día tras día, los pasillos del tribunal buscando un resquicio, una pequeña grieta en el sistema que permita nuevas preguntas y nuevas respuestas. Y si la encuentra (ojalá sea pronto), la habremos encontrado todos.

Add Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *