Mi email: contacto@joseluis-diaz.com
LOS IMPOSTORES

Carlos Enríquez Raposo, más conocido como Carlos el Caiser, jamás jugó un partido de fútbol, ni dio una patada al balón. Ganó dinero. Militó en clubes de todo el mundo. Fue aclamado, envidiado e insultado. Llegó, incluso, a defender con boato la causa independentista de Córcega. Y fue un impostor. Hubo impostores como Enric Marco, y que tan bien retrató Javier Cercas, que dijeron haber sido supervivientes del Holocausto solo para tapiar su vida con etiquetas luminosas. Y tipos, como Frank Abagnale Jr., que jugaron a vivir más de una vida sin importarles el sentido de la infamia.

También hay seres que huyen de la impostura. Héctor Abad Faciolince cuenta en su novela El olvido que seremos, que su padre, Héctor Abad Gómez, médico de profesión y defensor de los derechos humanos y la salud pública en su retiro, encaró la muerte con la dignidad de quien se sabía moribundo, con el orgullo de quien supo defender la causa del prójimo, la causa de la justicia material, la causa de quien camina con la espalda recta y la mirada limpia.

Me pregunto si yo soy un impostor, y si existen razones para sostener mi rostro blando en el espejo del cuarto de baño. Me pregunto si, en este momento, interpreto un papel un papel tangible, real y sin embargo fingido. Me pregunto si estoy más cerca de patear el balón, como nunca hizo Carlos el Caiser, o si podría abrir los ojos como hizo Héctor Abad Gómez, cuando supo irremediablemente que lo iban a matar.

Add Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *