Realidad y posverdad.
Realidad al servicio del poder.
Palabras, algunas y legibles, confiscadas por el odio.
Ya no abrazan la cruz, la cruz gigante que precede a la ascensión, sin regar antes la tierra con versos malditos.
Es como pintar el rostro de un muerto.
Es como preñar la noche con bombas de gas. Es como burlar una ecuación a base de síes. Su entierro no merece un elegía, y, sin embargo, rompen mi oído cada noche.
Me insultan hablándome de cárceles y de William Ernest Henley.
Me malvenden convirtiendo el Sitio de los Libres en una pantomima.
Desde hace días, les veo pasear en procesión, abroncando las calles desiertas, infectados y infectando a quienes loan su esquela.
Casi lo consiguen conmigo.
¿Saben qué?
¡Váyanse al infierno!
Váyanse al infierno y no me toquen.
Hace años que vivo desnudo y en tierra de nadie.
Hace años que huí del último Reino Inventado no quiero volver.
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