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SISTEMA

Algunas preguntas atávicas, puede que demasiadas, malviven debajo de las alfombras. Preguntas adheridas a nuestro ADN que solo despiertan cuando se culmina el fracaso, cuando el dolor que nace de él resulta insoportable, cuando la frustración (digamos mejor Frustración) exige una profunda revaluación del Sistema.

El Sistema, acostumbrado a fabricar víctimas, busca que ese Preguntón emprenda el camino de huida, que naufrague entre porqués, paraqués y paraquienes, que asuma en soledad la tersura del Desierto. Y en su mente la gran verdad: ser invisible es la derrota. Y los derrotados no caben dentro del Sistema, y menos aún pretender auxiliarse en quienes, proclamados como Hijos del Sistema, reducen el amor al sucio regocijo entre magnates y herederos, entre Bellos Triunfadores Sistémicos y lacayos.

El Preguntón, que bien puede ser un antiguo triunfador, desea abrazarse al Sistema y pedirle una segunda oportunidad. Pero el orgullo lo conduce a un estadio de profunda simpleza, donde rige la negación del materialismo y la censura del deseo. Sin deseo no hay tentaciones. Sin él mueren los impulsos que conducen a la fatídica destrucción del yo.

El Preguntón y el buscador de exilios poseen la misma sangre, y en ocasiones resplandecen detrás de las esquinas como los grandes espectros aquejados de cordura.

Pero quién desea ser Preguntón y Exiliado en el Largo Desierto. Quién desea beber, entregándose al silencio, el agua salada que otros (los muy bellos) escupieron toscamente a orillas del cielo.

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