La pobreza, el dolor, la frustración o el deseo de alimentar a un bebé no se combaten con armas, señor presidente, ni con insultos, ni con amenazas, ni con chistes desde un atril. Usted mejor que nadie debería saber qué es un éxodo migratorio, y cuál es la precuela de sus víctimas, y cuán perversa es la cadena de puntos suspensivos que lastra su futuro. A su frontera se acercan mutilados, enfermos y niños malnutridos. A su frontera dentada con plomo se acercan familias a las que usted (y gente como usted) convirtió en mano de obra barata, material para su consumo instantáneo y falaz. Nos insulta considerando su llegada como un mal supra terrorista. Nos indigna su apocalipsis ficticio y verborréico. Y más aún cuando el hambre lleva impreso su logotipo comercial.
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