Reduje el vigor de mis parcelas, la mayoría falsas, o vidriadas por la necedad.
Tracé una línea gruesa, como gruesos eran mis pulmones ciegos, buscando una doble melodía que hablase de mí.
Y que no fuera baldía.
Aparqué mi entierro en las grandes cumbres, desfundando los brazos vulgosos de mi herencia, y todo porque mi herencia era blanquecina y brumosa.
Me pregunto por qué soy tan simple.
Por qué te amo de manera tan simple y barata.
Quise ser coherente.
Quise ser preciso.
Quise ser veraz.
Y ahora soy un espejo agrietado en el que busca hombres que reconocer jamás.
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